martes, 5 de julio de 2011

Reflexión Del Dia





Honestidad significa que no hay contradicciones entre nuestros pensamientos, palabras o acciones. Somos honestos cuando no nos engañamos ni engañamos a nuestros semejantes.

Si queremos ser honestos, debemos empezar por enfrentar con valor nuestros defectos y buscar la manera de superarlos, corrigiendo cada vez que nos equivocamos y cumpliendo con nuestro deber en las labores grandes y pequeñas sin hacer distinción.

La persona honesta vive lo que predica y habla lo que piensa, es coherente con lo que dice, hace y piensa.

La honestidad consiste en decir toda la verdad a quien corresponde, de modo oportuno y en el lugar correspondiente.

Decir la verdad no implica ser irrespetuoso con nadie. La persona que miente se hace un daño a sí misma.

Ser honesto es ser transparente; es necesario desprenderse de las máscaras que el ser humano se pone para defenderse, para ocultar sus inseguridades o miedos. El recelo y la agresividad, son algunas de estas máscaras.

Una persona deshonesta aparenta lo que no es, por ejemplo, aparenta virtudes que no tiene.

Una persona honesta no se preocupa por lo que los demás piensen de ella, vive en paz.

Una persona honesta no justifica o excusa sus actos, medita sobre ellos para corregir sus errores.



Nunca te detengas

Siempre ten presente que:
La piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años.
Pero lo importante no cambia, tu fuerza y tu convicción no tienen edad.
Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña, detrás de cada línea de llegada, hay una de partida; detrás de cada logro, hay otro desafío.
Mientras estés vivo, siéntete vivo; si extrañas lo bueno que hacías, vuelve a hacerlo.
No vivas de fotos amarillas, sigue aunque todos esperen que abandones.
No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.

Haz que en vez de lástima, te tengan respeto.
Cuando por los años no puedas correr, trota; cuando no puedas trotar, camina; cuando no puedas caminar, usa el bastón. Pero nunca te detengas.

Madre Teresa de Calcuta.




Crecimiento: más allá de las buenas noticias

LA ECONOMÍA COLOMBIANA GOZA DE  BUENA SALUD.

El Departamento Nacional de Estadística (DANE) reveló hace unos días que la economía había crecido 5,1% en el primer trimestre de este año con respecto al mismo trimestre del año pasado. El crecimiento estuvo impulsado tanto por el consumo de los hogares como por la inversión privada. La inversión pública, por el contrario, parece estancada, paralizada por cuenta no sólo de las lluvias sino también de un asunto más problemático, menos coyuntural, insalvable por ahora: la corrupción. La construcción de obras civiles cayó más de 10% en el primer trimestre.

Pero, en general, el crecimiento del primer trimestre fue satisfactorio. Superó las predicciones de casi todos los analistas. Rebasó los pronósticos oficiales. Y refrendó el optimismo presidencial. Muy seguramente la economía crecerá por encima de 5% en 2011. Los sectores más dinámicos son el de minas y canteras, el comercio y el sector financiero. La industria está creciendo más lentamente que el resto de la economía. La agricultura creció a una tasa de 7,8%, pero este resultado obedece en parte a una circunstancia coyuntural e irrepetible: la recuperación de la caficultura después del desastre del año pasado, de la espectacular caída de la cosecha cafetera durante el primer semestre de 2010 por causa de la sequía. La producción de café aumentó casi 40% en el primer trimestre con respecto al mismo período del año pasado.

Más allá de las buenas noticias, persisten algunas preocupaciones. Las primeras, de corto plazo, hacen referencia a los desafíos macroeconómicos de la coyuntura. El crédito de consumo está creciendo muy rápidamente, a una tasa superior a 20%. Las ventas de vehículos han crecido de manera desmesurada, sin límite aparente. Y, en general, la demanda está disparada. Así las cosas, las autoridades económicas tendrán que intentar en los próximos meses un complicado balance: deben evitar el sobreendeudamiento y la expansión insostenible de la demanda sin frenar la economía, sin acabar con los buenos augurios. El caso de Brasil constituye un ejemplo a tener en cuenta. El año pasado la economía brasileña creció desaforadamente, impulsada por unas políticas expansivas que le echaron leña al fuego del entusiasmo. Este año Brasil está pagando las consecuencias de la fiesta. La economía se recalentó, la inflación está desbordada y el crecimiento se redujo ostensiblemente.

Pero las preocupaciones más graves son de largo plazo y hacen referencia a la gradual transformación productiva de la economía colombiana. Muchos analistas han comenzado a preguntarse, todavía tímidamente, sobre las consecuencias de un crecimiento sustentado en la producción de materias primas y sobre los efectos de largo plazo del gradual marchitamiento de algunos sectores exportadores. El Gobierno no parece preocupado por el asunto. Hasta ahora, por ejemplo, ha sido más observador que protagonista en el frente cambiario, ha hecho muy poco para evitar la apreciación del peso. Las últimas cifras disponibles sugieren que la industria ya está comenzando a sufrir las consecuencias de la revaluación. Históricamente una de las fortalezas de la economía colombiana ha sido su sofisticación, su base industrial. Esta fortaleza, cabe advertirlo, podría perderse en pocos años.

Finalmente cabe mencionar que el crecimiento económico sólo tendrá efectos sociales positivos si viene acompañado de una expansión del empleo. Esta semana un funcionario del Fondo Monetario Internacional (FMI) señalaba que, en Colombia, las altas tasas de desempleo no parecen guardar concordancia con las altas tasas de crecimiento. El desempleo ha disminuido, pero todavía muy lentamente. Y, sin empleo, es necesario señalarlo, no habrá muchas razones para celebrar el mayor crecimiento.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario